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Ayuno musical: Todo un reto para el cerebro

¿Cuánto puedes vivir sin escuchar música? Salvo excepciones, la mayoría de las personas manifiestan necesitar la música diariamente, prácticamente a cualquier hora del día (o incluso la necesitan para dormir).

Ayuno musical durante la Cuaresma

Hace unas semanas me pidieron en los medios de comunicación comentar científicamente respecto a la decisión de un profesor de Ingeniería acústica (el Doctor Trevor Cox) que decidió hacer ayuno musical durante la Cuaresma. El profesor trabaja en la Universidad de Salford y, aunque no sea particularmente religioso, se inspiró de la etapa de la Cuaresma para experimentar algo que nunca antes había hecho: “¿Qué pasaría si estuviera 40 días sin escuchar música?”

Fue una decisión dura para él, ya que trabaja con música a diario dada su profesión y además toca el saxofón.

Su experiencia fue comentada posteriormente en un documental de la BBC, en la que Trevor señalaba algunos aspectos de esta experiencia que le llamaron particularmente la atención.

La música machacona se instala

Uno de las primeras sensaciones que comenta el Profesor es que tuvo la sensación los primeros días que el cerebro de alguna manera compensaba esa carencia de música exterior generando músicas internas. De esta manera, se instalaron en su cabeza melodías repetitivas, lo que en inglés se denominan “earworms” (gusanos de los oídos). Seguramente habréis experimentado alguna vez cómo hay músicas tan pegadizas que, una vez que las escuchas, no hay manera de deshacerse de ellas. Se repiten hasta la saciedad en tu cabeza por mucho que intentes evitarlas.

En el caso de Trevor, él comenta que no podía desprenderse de la “Pequeña serenata nocturna” de Mozart, diversos fragmentos de sus piezas con el saxofón y, de manera sorprendente, la banda sonora de “Aterriza como puedas”. Estos gusanos musicales no le abandonaron durante los primeros días del ayuno, hasta que el bombardeo musical interno se fue apaciguando progresivamente con el paso de los días.

Estas mismas sensaciones se observan con frecuencia en personas que practican retiros espirituales o retiros de silencio, en los que están varios días en ausencia de música.

No puedo contener mis ganas de cantar y tararear

 Acompañando a las melodías repetitivas, el cerebro no solo decidió activar su gramófono interno de manera aleatoria, sino que también se manifestaba con la necesidad física de exteriorizar esos sonidos. Fue cuando Trevor tuvo que hacer numerosos esfuerzos para evitar estar constantemente tarareando, cantando o silbando. Lo que le pedía su cabeza era exteriorizar su música interior, la imaginería musical que se había forjado por dentro en ausencia de estímulos musicales externos.

Le costó esfuerzos importantes evitar tararear o cantar. “Según comenta, era más difícil de lo que había imaginado resistirme a cantar o silbar”. Para evitar esos impulsos recurría a la actividad física, como montar en bicicleta o pasear. Aun así, en ocasiones durante su Cuaresma personal no pude evitar emitir algún sonido musical y comprobó hasta qué punto hay diferencias entre la melodía imaginada en la cabeza y lo que se exterioriza.

Este aspecto se explica teniendo en cuenta que la música activa diversas áreas cerebrales, si bien la activación es distinta cuando se responde a estímulos internos (cantar internamente) o externos (cantar externamente). La actividad cerebral es distinta en estas dos tareas.

No hay manera de cerrar los oídos

Aunque a veces nos pase desapercibido, la música está omnipresente en nuestro entorno. Se escucha en los comercios, en el hilo musical de los lugares o transporte público, en muchos trabajos, etc. ¡Imposible deshacerse en un contexto social del hilo musical! Trevor intentó el ejercicio de hacer ruido sordo basado en un reproductor de sonido que evitara los sonidos externos, pero desistió rápidamente porque se dio cuenta que era un auténtico instrumento de tortura.

Por otra parte, el cerebro necesita activar los circuitos de asignación de relevancia. Este circuito neuronal permite discernir, entre la avalancha de estímulos, aquello en lo que fijamos nuestra atención. Si el cerebro no tuviera la capacidad de discernir los estímulos a los que prestamos más atención en cada momento es bastante probable que nuestra vida se sumiera en un caos permanente. Ese silenciamiento selectivo que efectúa el cerebro se denomina inhibición latente. Sin esta capacidad, es probable que no pudieras leer plácidamente en el salón de casa y concentrarte en la lectura toda vez que se oye de fondo la música del vecino, el tic-tac del reloj de pared, los vehículos que circulan debajo de tu ventana y el perro que ladra en la calle.

Se acumula el cansancio

Otro aspecto inesperado del ayuno musical fue la sensación de acumular cansancio tras una semana de la experiencia.  Cansancio tanto físico como mental. Una de las explicaciones a esta fatiga sería por la sensación placentera y anestésica que la música puede generar a nivel cerebral.

Al bloquear drásticamente estos circuitos de recompensa placentera, se podría experimentar una sensación de desmotivación o incluso de ansiedad. El profesor comentó que tenía mermadas las sensaciones del placer.

Por añadidura, la música mejora la rapidez mental y la capacidad de aprendizaje. Genera respuestas motoras, lingüísticas, cognitivas y emocionales. La percepción musical ejerce en las neuronas un efecto similar a cualquier otro proceso cognitivo que precise de la memoria y la atención.

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2 respuestas a «Ayuno musical: Todo un reto para el cerebro»

¡Qué bien! Me alegro de mi contribución a tu bienestar.
¡Viva el jazz!
Muchas gracias por tu amable comentario.
Saludos cordiales
Raquel

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